lunes, 25 de febrero de 2008

Seirindo Visual

El tercer episodio del Museo Ghibli tendrá que esperar hasta mañana al menos. ¿Por qué otro retraso? La visita que he realizado a la editorial japonesa Seirindo Visual hoy mismo, puesto que mi editorial, Dolmen Editorial, publicará en breve la obra Relatos de un Carbonero (Sumiyaki Monogatari) de Shigeyasu Takeno. Obviamente no puedo ser imparcial respecto a ella, pero sí puedo anunciar que desde luego el dibujo y el trasfondo histórico gozan de un detallismo extraordinario.

Ciertamente ha sido un encuentro inolvidable, puesto que Seirindo Visual cuenta en sus filas con autores de la talla del siempre perturbador Suehiro Maruo, el aterrador Hideshi Hino o los conocidos por los lectores españoles Senno Knife y Kanako Inuki. La reunión ha sido de lo más cordial (vuelve a ser secreto de sumario, perdonarán ustedes) he podido tener en mis manos primeras ediciones de la legendaria revista GARO, underground por excelencia y en cuyas cabeceras nos encontramos con nombres de la categoría de Yoshihiro Tatsumi o Yoshiharu Tsuge (autor que nunca veremos en España, puesto que se niega rotundamente a que sus obras sean publicadas en el extranjero, aunque siempre hay una pequeña y única excepción) entre muchos otros. Fue fundada en 1964, aunque en estos momentos ya no se publica de forma física, sino que se realiza en modo on-line, y he tenido en mis manos… ¡el número 9 de ese mismo año en perfecto estado!

He podido ojear varios ejemplares más de años posteriores y la verdad es que ha sido difícil contener las ansias de agarrar varios ejemplares y salir corriendo como alma que lleva el diablo. Para finalizar he podido ojear el recopilatorio del 20th Anniversary e incluso he podido pillar una instantánea para el recuerdo.

Museo Ghibli (2ª Parte)

Bueno, ¿dónde lo habíamos dejado? Ya me acuerdo. Una vez hemos saludado a Totoro (no hacerlo sería considerado como un acto de herejía de extrema gravedad). Pues procedemos a la entrada y la primera impresión que vamos a tener es la de estar viendo en primera persona los parajes creados por Hayao Miyazaki en Nausicaa. El diseño exterior ostenta esas características aristas redondeadas y las ventanas son prácticamente iguales. Por dentro es ya otra historia, otro mundo aparte.

Hay un mostrador a la entrada en el que unas dependientas te ofrecen la posibilidad de obtener un pequeño folleto-guía del museo en alguno de los idiomas disponibles. Antes de cantar victoria diré que el castellano no está entre ellos desgraciadamente. No obstante, la versión inglesa se antoja más que suficiente. A fin de cuentas no deja de ser un museo de sensaciones y descubrimientos, puestos que no es excesivamente largo. Mientras cambiamos la entrada, una recomendación, mirad hacia arriba. Veréis en el techo un mural pintado con motivos florales en los que podemos descubrir a Totoro, el Gatobús o Nicky con su escoba entre otros personajes “made in Studio Ghibli”. Por supuesto a partir de aquí las cámaras están vetadas. Servidor en la primera visita se hizo el sueco y con “diurnidad” y alevosía pescó una instantánea para el recuerdo.

El siguiente paso es el primer nivel del Museo Ghibli. Bajamos por una escalera y vemos vidrieras de cristal con diferentes imágenes de las películas del Studio Ghibli, realmente impresionantes. El primer nivel se compone básicamente de dos partes: el Cine Saturno y una sala de exposición.

Como todos sabéis, todo el museo fue prácticamente diseñado por Hayao Miyazaki y una de sus lugares más importantes es el Cine Saturno. Un cine a la antigua usanza, en el que se puede ver la sala de máquinas y todo. Con un aforo de aproximadamente ochenta espectadores, es el lugar de peregrinación obligado nada más entrar. En este cine se estrenan todos y cada uno de los cortos de animación que Hayao Miyazaki & Co. Mañana os proporcionaré una reseña del corto que he podido visionar dos veces afortunadamente. Por cierto, no tengo foto del Cine Saturno, puesto que no me gusta que me llamen la atención.


domingo, 24 de febrero de 2008

I’m back!…with Pinkys

Pues sí. Tras unos merecidos días de descanso, sosiego y búsqueda de paz interior y exterior, ya estoy de vuelta. Con más ganas que nunca de dar guerra. ¿Se nota que soy optimista? Ya lo dijo el gran Maestro Yoda: “Do or do not…there is no try”. Así que, pese a que el segundo capítulo del Museo Ghibli se posterga hasta mañana, hoy será un post casi dedicado a cierto sol valenciano que conozco.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Un par de días de descanso

Pues eso señoras y señores. El cansancio de un servidor tiene límites humanos. El viernes prometo volver con renovadas fuerzas y seguir con los especiales del Museo Ghibli.

martes, 19 de febrero de 2008

Museo Ghibli (1ª Parte)

Las esperas en general son realmente tensas. Más aún si introducimos la variable “implicación personal de suma importancia de cara a un futuro inmediato”. No obstante, los peores momentos pueden sobrellevarse de diferentes maneras. Yo he escogido algo que me ha calmado los ánimos durante unas cuantas horas hoy: una visita al mundo de los sueños diseñado por el director de Mononoke Hime, el Museo Ghibli.

El Museo Ghibli para alguien como yo significa lo máximo. Y he tenido la gran suerte ya de visitarlo dos veces y de, por lo tanto, ver dos cortos. Voy a intentar de la mejor manera explicar cómo es este museo en el que los niños van y vienen sin ningún tipo de control.

¿Cuál es el primer paso? Pues la compra de la entrada, cuyo precio es de 1000¥ para los adultos y requiere compra anticipada. ¿Dónde se pueden comprar? Pues la opción más fácil es a través de las tiendas de 24 H de Lawson que están escampadas a lo largo y ancho de la capital nipona. Dentro encontraréis unas máquinas parecidas a los cajeros bancarios que permiten la compra entradas para una multitud de eventos. De hecho, normalmente podréis ver el escudo del Museo Ghibli colgado cerca de la susodicha máquina. Permitidme un último apunto en relación con la entrada: se escoge hora. Hay turnos de entrada: 10, 12, 14 y 16 H si no voy errado. Yo he escogido esta vez el de las 12 en punto. Pero que no se preocupe nadie, no se hace con la intención de limitar el tiempo de los visitantes dentro del museo, ni mucho menos. Es sencillamente una manera de hacer que el espacio se aproveche mejor, puesto que muchos visitantes del primer turno no se quedan por la tarde.

El Museo Ghibli se encuentra localizado en el Parque Inokashira-Onshi de Mitaka, al oeste del centro de Tokyo. La forma más rápida de llegar es dirigirse a la estación de Shinjuku (ya sea metro, tren o línea Yamanote) y coger la línea JR Chuo line (como una especia de cercanías). El precio del tren desde Shinjuku hasta Mitaka es de 210¥, así que nos veremos obligados a desembolsar el doble. Dependiendo del tipo de tren que se coja, es decir, rápido o local, se llega antes o después. Personalmente me ha sonreído la diosa de la fortuna y he pillado por los pelos un rápido que se ha saltado la mayoría de estaciones y, tras una breve parada en Nakano, he alcanzado mi destino.

En la estación de Mitaka se sale por la Salida Sur y se siguen las indicaciones para coger el autobús del museo, a todo esto decorado al estilo Mi Vecino Totoro. Y es que si por algo se caracteriza el Museo Ghibli es por el detallismo abrumador que ostenta y el cariño que toda la gente que trabaja allí rebosa. Antes de entrar en el museo ya estás recibiendo diversión a cambio de la entrada que has pagado.

El autobús, aparte de ser relativamente pequeño, iba lleno hasta los topes. Me he tenido que situar en los escalones de salida, si no hubiese sido imposible alcanzar el turno que había escogido con la entrada. El trayecto dura aproximadamente unos cinco minutos como mucho y te deja justo delante de la entrada. Obviamente también se puede ir andando y no tiene pérdida puesto que hay señalización exclusiva del museo que es una auténtica delicia, marcándote incluso los metros que te faltan para alcanzar tu destino.

Tras dejar el autobús, un consejo, no vayáis directamente a la entrada, dirigíos hacia la izquierda. Más que nada es que queda feo no saludar al principal anfitrión del museo. ¿Quién se negaría a comprar una entrada a Totoro? Si es que trabaja más que ninguno…

P.D.: la entrada posee tres fotogramas de una película del Studio Ghibli al azar. Foto mañana.

lunes, 18 de febrero de 2008

Lo prometido es deuda: Jumbo Pokémon

Ya os comenté que durante mi viaje relámpago para intentar cumplir mi "misión personal" en Hokkaidō tuve un encuentro de lo más inesperado. Un encuentro relacionado con el mundo de la aviación y el manga y el anime al mismo tiempo. Y es que, señoras y señores, surcar los cielos ya no es lo que era…

sábado, 16 de febrero de 2008

Statue of Liberty!

¡Pero bueno! ¿Quién narices ha plantado esto en medio de Odaiba? ¿Pero esto no era Tokyo, la capital de Japón? Lo que hay que ver...

El reloj de Hayao Miyazaki en la Torre Shiodome

A principios del año 2006 en AniMangaWeb dábamos la noticia de la creación de un reloj por parte de creador de El Castillo Ambulante, Hayao Miyazaki. Pues bien, hoy tras una larga incursión por la zona de Odaiba (que merece no un post, sino un blog aparte por el divertimento que ofrece a sus visitantes), a la vuelta me he topado de lleno con dicho reloj.

El diseño del reloj le costó a Hayao Miyazaki la friolera de cuatro años y sus dimensiones son diez metros de largo y dieciocho de ancho. La empresa que realizó el trabajo fue la misma que se encargó de la construcción del robot de Laputa, Castillo en el Cielo que mora en el tejado del Museo Ghibli (lugar al que acudiré el próximo lunes por segunda vez y, por lo tanto, finalmente habrá ya no especial, sino especiales del museo de ensueño de la factoría Miyazaki/Takahata).

En lo que respecta al reloj, decir que es absolutamente impresionante. Sus dimensiones son apabullantes y la imaginación desplegada por Hayao Miyazaki alcanza sus máximas cotas. Es relativamente complicado encontrarlo, pero si se realiza el trayecto hacia Odaiba con el tren desde Shimbashi (por cierto, no va tripulado y recorre el gran puente Rainbow Bridge) se puede situar perfectamente. La mejor parada es la anterior a Shimbashi, Shiodome (obviamente). En apenas dos minutos estás delante de esta magnífica obra de arte.

Comentar que tiene horarios estipulados para las funciones especiales, únicamente en ciertas horas se despliega todo su potencial artesanal y artístico. ¿Cuáles son esas horas? Fácil, he fotografiado el cartel de las “funciones horarias” por si alguien tiene pensado realizar un viaje en fechas futuras a la capital nipona que duran aproximadamente unos cinco minutos. Se nota que lo estaba diseñando a medida que dirigía el largometraje que se basaba en el libro de la escritora británica Diana Wynne Jones. Un auténtico “must see” para cualquier visitante.

viernes, 15 de febrero de 2008

Infierno blanco (2ª Parte)

¿Dónde lo había dejado? ¡Ah, sí! Tras dejar los puestos de avituallamiento y recoger a una pila de turistas australianos que son los auténticos protagonistas del negocio en invierno, llegué a Niseko tras otra hora de autocar. Y la verdad es que la sensación de estar en medio de la nada al lado de unas pistas de esquí me hizo dudar de lo lindo sobre el propósito de mi “misión”.

No obstante, como buen extremista que me considero, tras bajar del autocar y ver que los casi -10ºC (a todo esto en noche cerrada y sólo con las luces de los comercios como guías) se soportaban realmente bien y que la nieve te la sacudías sin problemas, pues las buenas sensaciones volvieron a aparecer de inmediato. Tras finalizar “mi misión” en inglés me alojé en una pensión, de las muchísimas que hay, dedicadas única y exclusivamente a la temporada invernal. Y he de decir que estaba muy bien, su situación y su calidad interior. Todo realmente limpio, muy limpio y la chica japonesa encargada una gran persona que incluso me dejó utilizar el ordenador de la empresa para revisar el correo y tuvo incluso la amabilidad de conversar conmigo en japonés y corregirme las frases.

A todo esto, sin haber apenas comido por el viaje extenuante, pedí recomendación culinaria y me comentó la chica anterior que fuera a un japonés en una de las pocas carreteras de que consta el pueblo. Una aventura oigan ustedes. Salir era demostrar tener agallas puesto que en mitad de la tormenta de nieve, el frío se lleva bien, pero las ráfagas de viento cargadas de nieve son mortales de necesidad. Eso sí, pasear entre los edificios sin distinguir calzada de acera y ver auténticos muros de nieve que cubren casi edificios enteros es algo indescriptible.

El restaurante japonés estaba llenísimo, a rebosar, aunque tuve suerte y hubo un puesto libre en la barra que ocupé a la velocidad del rayo. Bien la comida y nada mal el precio para ser típica oferta complementaria turística. Tras la cena, otro paseo sólo para valientes, las fotos de rigor y a descansar no sin antes ver una película en v.o. a través de la gigantesca pantalla plana que tenían en el hall de la pensión.

Según parece, Niseko está muy vivo en invierno, pero en verano son familias japonesas las que ocupan el hueco dejado por los esquiadores. Se realizan actividades de verano como senderismo o rafting. Sin duda, una gran época del año puesto que los parajes son formidables para tales fines. Lo único malo es que el pueblo directamente muere. Muchos restaurantes cierran y se quedan allí con lo mínimo y necesario. Si necesitas algo especial ya te tienes que desplazar a Kutchan, la villa cercana y que es mucho más grande. La distancia en coche a Sapporo, la capital de Hokkaidō, es de dos horas aproximadamente.

Ya por la mañana, otra vez viajecito de marras en autocar, con la tormenta amainando pero con las pistas de esquí cerradas lo que hizo que los australianos que compartían hospedaje con un servidor empezaran a soltar insultos contra todo el mundo en susurros (Anécdota culinaria: me sirvieron un pancake de plátano inabordable, todavía no sé cómo narices conseguí terminarlo, supongo que sería mi instinto de supervivencia). Como siempre unas fotos para el personal.

Infierno blanco (1ª Parte)

Si esperáis saber si al final voy a poder mudarme a Japón, tendréis que esperar todavía unas horas, puesto que hasta el sábado no habrá fumata blanca. Eso sí, crónica del viaje la vais a tener e intentaré que sea lo más detallada posible para el disfrute del respetable. La verdad es que jamás había experimentado un viaje tan relámpago y a su vez tan espectacular. Me hacía bastante ilusión hace esta rápida incursión en la isla de Hokkaidō, una auténtica belleza desde el punto de vista ambiental.

Desde el inicio, se avecinaba un viaje bastante increíble, con muchísimas experiencias nuevas. Y no tardó mucho en concretarse dicha aseveración ya que el trayecto en avión que me llevaba desde el aeropuerto de Haneda hasta el aeropuerto de Chitose, bastante curioso al cursar una planta semicircular sin anexos algunos salvo el de una pequeña base aérea militar, lo realicé en un Boeing 747-400. ¿Os suena el modelo? Sí, un jumbo para un trayecto de apenas una hora y media cuando estos aviones suelen ser destinados por regla general para cubrir rutas intercontinentales. Como se dice en el cómic de Frank Miller, 300, “buen comienzo”. (Anécdota aeroportuaria: al lado de mi jumbo, había otro jumbo decorado todo él con los personajes de Pokémon…mañana prometo subir fotografías de dicho avión que es totalmente escandaloso).

Al llegar a Hokkaidō, pues todo blanco. Nieve por doquier, con profundidad de más de dos palmos. Eso sí, un día soleado que permitía apuntar el frío de -7ºC con bastante tranquilidad. Pese a que algunos podáis pensar que la temperatura era bastante extrema, he de decir que el frío es seco en esa parte de Japón. Lo que significa que una vez se abriga uno adecuadamente el frío pasa “relativamente” desapercibido. Desde aquí, una lánguida jornada en autocar hasta Niseko, el destino final, parando previamente en Rusutsu (otro centro de ski de bastante categoría parece ser) y un lugar llamado Forest, que no deja de ser un centro de avituallamiento en la carretera para descansar las piernas y comprar cuatro cosas básicas. Eso sí, menudo centro de avituallamiento, parecía más bien un supermercado. (Anécdota musical: al lado de los baños había un piano de cola… ¡automático que deleitaba a la gente que iba al baño con las bandas sonoras de Sonrisas y Lágrimas y Casablanca!). Salir del autocar y andar por la nieve fue una grata experiencia, pese a que te podías hundir en la nieve hasta la rodilla en algunas zonas.

Sin embargo, lo que más me llamó la atención es la nieve en sí. No es como la que he sufrido en algunas partes de España, es decir, húmeda a más no poder, más bien lo contrario. La nieve en Hokkaidō es realmente seca y te la puedes sacudir de encima con suma facilidad y las prendas apenas se humedecen. Algo que agradecía al no llevar el calzado adecuado para esta peregrinación blanca. A todo esto era increíble ver los parajes anegados de nieve con estampas fotográficas estilo “postal” a ambos lados de la calzada.

Para que la crónica no se haga excesivamente larga, como siempre unas cuantas fotografías cortesía de la casa.

martes, 12 de febrero de 2008

¡Espartanos!

Señoras y señores, el destino me llama. Ese destino se llama Hokkaidō y tiene la gentileza de recibirme con trombas de nieve y unos magníficos -15ºC de temperatura. Salgo mañana y vuelvo al día siguiente...con pan bajo el brazo o con la cola entre las piernas, si se me permiten los símiles de la lengua de Cervantes. Así que en estos dos días, no habrá entradas con el permiso del respetable.

Una imagen vale más que mil palabras

Zona: Shibuya. Lugar: Hachiko Statue. Fecha: 11/02/2008. Hora (local time Japan): 23:00 pm. Significado de los carteles en inglés: ¡Abrazos gratis!

PD: también ofrecían la posibilidad de entonar el cántico "Happy Birthday to you" a petición del interesado.

domingo, 10 de febrero de 2008

Este relato está basado en hechos reales

Hagamos un ejercicio mental, de imaginación. Cojan ustedes una famosa galleta María y hagan el favor de partirla por la mitad. Deja una mitad y a continuación doble la otra mitad restante. ¿Qué obtiene? Pues el tamaño de los copos de nieve que ayer caían en el centro de Tokyo y que dejaron en menos de una hora cerca de tres dedos de capa blanca en la capital nipona. De hecho, juraría que incluso hacían daño si te golpeaban.

Y es que ayer fue un día frío como pocos por la mañana, pero nada que un buen abrigo no pudiese superar. No obstante, no tenía ninguna actividad cultural programada, sino que había quedado con otra de mis compañeras japonesas de la beca, Shiori, y su novio (un gran tipo con buen sentido del humor y con el que pude charlar gratamente sobre múltiples temas, todo hay que decirlo). La verdad es que como ya había saboreado muchos de los mejores sitios de Tokyo, directamente les pedí que si íbamos a ir a cenar me sorprendieran con un sitio curioso o fuera de lo normal. ¡Y vaya si lo consiguieron! El restaurante en cuestión se llama The Locker y está localizado en Shibuya.

A priori parecía ser un local de estos oscuros interesantes que tiene Tokyo en algunas plantas bajas de los centros más importantes. Pero esto no era un bajo, era directamente bajar a quince o veinte metros bajo tierra, a la ultratumba. Para empezar, había estos lucecitas de rayos en el suelo en plan “hotel del terror” que acongojan a cualquiera cuando delante tienen a un muñeco encarcelado con cadenas que apenas se ve, pero que te pega el susto padre cuando se empieza a mover cual muñeco diabólico drogado de patatillas “matutano”. Tras esto, y la caverna que tienes que franquear con el riesgo de pegarte un topetazo de órdago al no haber luz, pero sí escalones traicioneros, llegas a la puerta de entrada al local. ¿Quién está allí? Pues un camarero vestido de prisionero de los años cuarenta que te toma nota y te guía hasta otro punto del local. Aquí ya fue como diría Mafaldael acabose del empezose”. Sale una chica vestida de guardia de prisiones con prendas de látex y minifalda (que parece más bien un cinturón)… ¡con unas cadenas que acaban en esposas! Me temía lo peor y más sabiendo que mis amigos jamás habían estado antes y que era una recomendación de una de las amigas de Shiori.

Así que tras unas breves palabras en Japonés, veo que mis amigos me apuntan con el dedo (algo me decía que no podía ser bueno) y acto seguido se acerca la chica de prisiones (mientras mis amigos me dicen que voy a ser arrestado) y me pone una de las esposas. Obviamente, no salía de mi asombro. A todo esto mis amigos, partiéndose por las esquinas. Y de aquí esposado me llevó la chica hasta… ¡una celda! Menos mal que ahí se calmó la cosa y dentro había una mesa baja con cojines para sentarse en el suelo y un menú para pedir comida. Cuando entramos, cerraron la puerta de barrotes que tiene la jaula (creo que tiene cerca de treinta en total) y ya empezamos a comer. Era curioso ver como los cócteles reciben nombres extravagantes como “Experimento Humano”. Mi amiga de hecho se pidió uno un poco especial y le trajeron vasos de ensayo y probetas para que se lo hiciera ella misma con un cuentagotas. Simplemente alucinante.

A todo esto, Shiori me comenta que uno de los carteles pone lo siguiente “un monstruo va a liberarse y van a pasar cosas”. La verdad, tras lo acontecido, era lo menos raro que me podía esperar. No obstante, volvía a subestimar la intensidad del lado oscuro de la fuerza que se ha apoderado de dicho local. En un abrir y cerrar de ojos (mientras degustábamos diferentes platos, todos ellos excelentes) se fue la luz. Pensé, “lo que faltaba, con lo oscuro que está esto, verás tú para salir de aquí…pasaremos las de Caín”. Pues no, era una artimaña urdida vilmente por los empleados que se disfrazaron en plan “viva Halloween, las verbenas, el vino tinto y todo lo que se le parezca” y con caretas horrendas y demás harapos empezaron a asustar a los clientes. La histeria campaba a sus anchas en aquellos momentos. Gritos por todos los lados (de hecho, fui testigo de cómo uno de los camareros vestido de Freddy Krugger agarraba del cuello a un pobre nipón y lo zarandeaba sin piedad mientras este jadeaba y palidecía ante el respetable. Lo nunca visto por un servidor.

¿Ahí se queda todo? Pues no. Aún faltaba el remate final. Las chicas de prisiones salieron de algún lugar con linternas de neón cegadoras (con hilo musical de Los Cazafantasmas) y se llevaron esposados a los “monstruos”. Un espectáculo sin precedentes que sin duda querré repetir (y no, no lo digo por que le esposen a uno…quizás uno de los mayores anhelos del sexo masculino por antonomasia). Os dejo un par de fotos. Pido disculpas por la calidad, fueron tomadas con el móvil.

sábado, 9 de febrero de 2008

Me han tomado el pelo...

Hoy ha sido un día de descanso salvo por mis visitas a la Embajada Española en Japón y al Instituto Cervantes recién inaugurado en Tokyo. Así que voy a relataros una experiencia casi religiosa: la experiencia de cortarte el pelo en Japón.

De hecho, era uno de los recuerdos más curiosos que guardo de mi primer viaje a Japón. Durante la beca teníamos que asistir a una serie de reuniones oficiales y había que lucir traje y corbata. La última era la más importante y decidí que me tenía que cortar el pelo. Me dejé guiar por una de las recepcionistas del hotel en aquel momento para elegir peluquería. No quería irme tampoco a la otra punta de la capital nipona, así que me dijeron que en el edificio World Trade Center, un edifico repleto de oficinas y negocios, aparte de albergar un mirador situado a la nada desdeñable altura de 152 metros. Allí se encuentra la peluquería New Barber (Shinbashi Hamamatsucho Kanda), que tiene en plantilla a una gran cantidad de peluqueros.

La primera vez que fui mi japonés era muchísimo más básico que ahora (al menos ahora me defiendo con oraciones simples, preguntas básicas, vamos lo que permite el haber estado estudiando apenas unos pocos meses) y simplemente fue una conversación de besugos, puesto que el chico que me atendía, independientemente de ser un gran peluquero (que no lo dudo), no sé cómo narices aprobó los exámenes de inglés de secundaria. Cero zap…digo, patatero (a veces me sale la vena política...すみまさん). Así que tras una conversación de casi diez minutos y varias hojas con imágenes de tíos con diferentes peinados, conseguí que me entendiera…a medias. El corte fue perfecto, pero al final no sé qué demonios entendería cuando le dije que me iba a peinar igual, que al final con el secador me creó un remolino en el pelo. Muy espectacular si vas “a la moda”. ¿Resultado? Cuando pagué me fui al baño más cercano a empaparme el pelo para volver a sentirme de nuevo persona.

Esta vez ha habido mejor comunicación, una vez que vino un chico que sabía algo de inglés y hacía esfuerzos por entender mi japonés (aunque estoy seguro que el primer chico que intentó atenderme en esta segunda vez desconoce que en otros países se hablan lenguas diferentes, llamadas idiomas cuando se estudian).

Lo mejor de todo es el proceso. Da gusto ir a cortarte el pelo. Te da la sensación de que van a nombrarte caballero o algo por el estilo. Como mínimo gastan cerca de cinco toallas por persona más la típica cinta para el cuello y dos protectores enormes de plástico tamaño delantal por si las mocas. Durante la “ceremonia” se fijan y vuelven a fijar en cada parte que acaban de cortar y la retocan mil veces. Te muestran con la ayuda del espejo como queda esa primera parte por si hay que rectificar al principio y luego continúan. Demuestran una profesionalidad envidiable desde cualquier punto de vista. Te piden disculpas cada vez que quieren limpiarte la cara o hacer que te muevas para que ellos puedan cortar con mejor ángulo o posición. Poca máquina y mucha, muchísima tijera…mejor dicho, tijeras. Empleó conmigo por lo menos cinco tipos diferentes. No me había pasado en la vida. A todo esto decir que tienen un menú extensísimo, con muchas modalidades. Yo elegí simplemente corte y lavado, con un precio final de 1800¥ (en Palma de Mallorca pago más y no me lo lavan nunca). Luego el lavado, que dura también bastante tiempo, el secado, peinado e incluso para rematar la faena una toalla caliente para que te limpies la cara. Dicho esto, uno acaba y puede irse directamente a una boda o un bautizo.

Al final, el chico en japonés-inglés me explicaba las palabras técnicas por si volvía de nuevo allí (cosa que haré si tengo ocasión sin dudarlo). Aunque hay algo que me chocó sobremanera. Si bien el precio es el que pone el menú, si al pedir cita por adelantado eliges a un peluquero en concreto hay un recargo de 800¥. Tiempo total que estuve sentado: más de media hora, cuando por regla general estoy unos diez minutos en Palma.

Bueno, como no quiero dejar ninguna entrada sin imágenes, ahí os dejo el edificio de la Embajada de España en Japón. Me he dado cuenta de que guardan con gran recelo algunas costumbres de la madre patria, como el horario de atención al público, de 9:30 a 14:30 H de la mañana, pero en ese intervalo hay que descontar el tiempo para el "bocata" y la comida. Lo mejor de todo es que al menos puedes ir en metro y llegas enseguida.

jueves, 7 de febrero de 2008

¡Banzai!

Lo reconozco, hoy me he emocionado de lo lindo, además de haber, por fin, disfrutado de unos de los lugares que hacía siglos que quería visitar, el Santuario de Yasukuni. No pretendo dar clases de historia, ni mucho menos, pero voy a intentar explicar a grandes rasgos qué significado guarda dicho santuario.

Fue construido durante el período de gobierno del Emperador Meiji, quien llevó a cabo la imparable modernización de Japón tras abolirse el gobierno militar anterior (Bakufu), para rendir homenaje a todos los caídos, tanto japoneses como coloniales (coreanos y taiwaneses), en las diferentes guerras en la que se ha visto involucrado el País del Sol Naciente. Este santuario sintoísta llevó un nombre diferente, pero adoptó el de Yasukuni Jinja en 1879 y muchas décadas después, tras la derrota nipona en la II Guerra Mundial, se desvinculó del gobierno.

Es un lugar que a raíz de ciertas visitas realizadas por diferentes primeros ministros de Japón, sobre todo del célebre Jun’ichirō Koizumi, ha levantado ampollas en los países vecinos como China o Corea del Sur. ¿Por qué razón? Hay muchos criminales de guerra japoneses, condenados tras la guerra, que son venerados en este santuario, pero a partir del año 1978 unos cuantos criminales de guerra clasificados como Clase A, incluido el famoso primer ministro japonés Hideki Tōjō empezaron a ser considerados como mártires. Desde entonces todas las visitas que se realizan por la máxima autoridad gubernamental son consideradas como un auténtico desaire por los países asiáticos que he nombrado anteriormente. Y esto es más o menos, a grandes rasgos, lo que supone el Santuario de Yasukuni.

Por todo esto y por mi afición a la II Guerra Mundial he realizado una visita en condiciones acompañado de un sol radiante y no he podido quedar más satisfecho con lo visto. Pese a mantenerse gracias a subvenciones privadas, el santuario está cuidado al detalle, además tiene la ventaja de encontrarse al lado de una estación de metro, así que es imposible perderse por las inmediaciones. La entrada es increíble, llena de banderas de Japón, incluyendo la legendaria bandera del Sol Naciente, propiedad de la armada japonesa hasta la II Guerra Mundial y siendo en estos momentos en símbolo de las Fuerzas de Autodefensa. Todo repleto de furgones negros con las banderas ondeando a ambos lados de los pequeños aparcamientos habilitados de forma desordenada.

Me he encontrado con bastante gente por la mañana, pese a ser un día laborable, que iba a rezar tranquilamente quién sabe si por algún antepasado. Pero el santuario en sí, pese a ser ciertamente espectacular, no deja de ser parecido a otros que he podido ver hasta la fecha. No obstante, lo mejor es el museo militar y de guerra que se localiza al lado del santuario. Si algún lector es amante de la historia japonesa es, sin duda, un lugar de obligado visionado. Nada más entrar te encuentras con un Zero Japonés (caza aéreo utilizado por Japón durante la II Guerra Mundial), los submarinos tripulados por un único marinero (tan sólo queda uno sin destruir), y otro tipo de maquinaria bélica totalmente restaurada.

El museo se divide en dos plantas y toda la colección permanente realiza un repaso bastante completo a todo lo acontecido desde las primeras eras, pasando por la interesantísima etapa de unificación de Japón, hasta la finalización de la II Guerra Mundial. Nombres como Minamoto no Yoritomo, Nobunaga Oda, Ieyasu Tokugawa, Comodoro Perry entre muchísimos otros copan este museo de historia militar.

Una de las secciones más apasionantes es la que explica la creación de los pilotos Kamikaze y en qué tipo de aviones volaban. De hecho, existe una réplica de una de sus aeronaves que he podido ver in situ y que os adjunto en la última foto. El único pero que le pongo al museo es que no todas las vitrinas constan de placas explicativas en inglés y esto le resta algo de encanto al museo. Precio de la entrada: 800¥.


INTIMΛ

Cada día intento buscar un titulo más extraño. Esta vez incluyendo una letra griega. ¿A qué viene todo esto? Pues a que el día ha sido de lo más extraño desde el punto de vista climatológico. A primera hora nubes y claros, a media mañana amago de tormenta de nieve, durante la sobremesa lluvia que por la noche se ha visto acompañada de un aire gélido que parecía venir de Siberia. Así que salvo darme ciertos paseos por algunas librerías que me interesaban, localizadas cerca de Shibuya, hoy no ha habido nuevas visitas culturales por mi parte, pese a que tenía planeado rendir homenaje a los caídos japoneses en el Santuario de Yasukuni. Quizás mañana si el tiempo acompaña.

Así que voy a rescatar algunas cosas que he ido viendo, pero que he obviado hasta la fecha para que las entradas del blog no fueran consideradas como volúmenes enciclopédicos. ¿Os acordáis de mi paseo al estilo “Blitzkrieg” por Ginza del que os hablé hace poco? Pues bien, realmente fue algo más largo.

La zona de Ginza es, sin duda alguna, la zona dedicada en exclusiva a las grandes marcas de ropa, perfumería, cosméticos y repostería. Los precios se disparan, aunque si se busca bien se puede encontrar algo más o menos asequible. En Ginza es donde he visto más anuncios con personalidades occidentales como principales protagonistas (no sé porqué, pero Tommy Lee Jones está por todas partes en Tokyo en estos momentos). El punto más importante es el cruce y de ahí nacen las cuatro arterias principales de Ginza. Además de toda la retahíla de marcas, es una zona dedicada a la cultura teatral, puesto que los principales teatros de la ciudad se encuentran ahí. El mejor, desde mi punto de vista (me encanta el Kabuki) es el Kabukiza, uno de los más tradicionales y que casi siempre cuenta con una afluencia increíble. Tuve el privilegio de asistir a una representación de Kabuki el año pasado, pagando únicamente 1000¥. Aunque tuve que estar de pie, mereció muchísimo la pena. Luego tenemos los teatros Shinbashi Enbujo Theater, con cerca de mil quinientas localidades, y el Tokyo Takarazuka Theater que tiene como particularidad que todos los integrantes de la compañía Takarazuka son mujeres.

No obstante, no sólo del teatro vive Ginza, sino que se alimenta también de dos lugares emblemáticos: el Sony Building, en el que la marca Sony tiene un pequeño museo que espero visitar en breve, y el Tsukiji Market, mercado gigantesco dedicado casi en exclusiva al pescado... ¡que se abre a las cinco de la mañana y por el que se dice que pasa casi la cuarta parte del pescado del mundo! Será difícil encontrar transporte a dichas horas, pero según me comentó el Sr. Akira Kashima, en torno a las ocho de la mañana se celebran subastas y es interesante ir a verlas. Además de que hay restaurantes de sushi en los que el pescado todavía aletea prácticamente.

Lo más destacable de mi primera incursión en este distrito de la capital nipona fue encontrarme de sopetón con una mini exposición de coches Nissan de un lujo abrumador. Justamente terminaba ese día, así que tuve muchísima suerte de pasar por allí durante las últimas horas de la misma. Se habían expuesto dos coches en la primera semana y otros dos en la segunda, la mía: el Nissan GTR (deportivo negro que me pareció más o menos normal) y el Nissan INTIMΛ, que merece todos los elogios posibles. No es que sea únicamente espectacular el diseño tanto interior como exterior, sino que encima ¡tiene su propia línea de complementos de perfumería y marroquinería! No me atreví a preguntar el precio por miedo a un colapso neuronal, pero me quedé con las ganas de subir dentro. Disfrutad de las imágenes como siempre.